Enfrente de la ciudad costera de Peniche, a 10 kilómetros en barco, se encuentra un archipiélago increíblemente bien conservado: la islas Berlengas. La confluencia de los climas mediterráneo y atlántico ha creado en ellas un ecosistema único en el mundo con una fauna y flora características, junto con una geomorfología distinta a la de la Europa continental. ¡Un paraíso de aguas turquesas, naturaleza protegida, colonias de aves y un faro en el fin del mundo te esperan allí!
Un archipiélago muy valioso
El escarpado archipiélago de las Berlengas está formado por un conjunto de tres islotes, llamados Estelas, Farilhões y Berlenga Grande, y está prácticamente deshabitado, salvo por un millón de aves marinas. Estas islas son el hogar de frailecillos, gaviotas y cormoranes. No solo está protegido el territorio de la isla, sino también los mares circundantes, que constituyen una reserva marina de 985 hectáreas.
Así, su riqueza biológica tiene un valor inestimable. La fauna y la flora son únicas, lo que convierte a las Berlengas en un patrimonio biológico de alto interés para la conservación. Reconocido desde 1465, en una carta del rey Afonso V donde afirmaba que «en las Berlengas nadie va a cazar», el archipiélago es la primera zona protegida del país, Reserva Natural desde hace más de 30 años, y reconocida por la UNESCO desde 2011.
La compleja geomorfología de las islas e islotes que componen el archipiélago también es única. La costa de las Berlengas presenta algunas formaciones rocosas y grutas naturales maravillosas. La presencia y la influencia humana a lo largo del tiempo son inseparables del archipiélago.
Para visitar las islas Berlengas, lo mejor es ir a Berlenga Grande, que es la mayor isla del archipiélago y la que merece la pena visitar. Para llegar hay que tomar un barco en Peniche. El viaje dura unos 30 minutos pero, teniendo en cuenta las vistas y el paisaje que tendrás delante, ni siquiera notarás el paso del tiempo.
Berlenga Grande
En verano, un barco sale todos los días desde Peniche y llega al embarcadero de Berlenga Grande. A pesar de estar en una isla que solo admite 350 visitantes a la vez, la playa puede estar bastante concurrida en verano. También en esta pequeña ensenada se encuentra la playa de la isla, una estrecha franja de arena que parece cortada directamente entre los altos acantilados.
Las cuevas pueblan toda la isla, siendo la más grande el Furado Grande. Desde Furado Grande, hay un escenario aún más paradisíaco por delante: Cova do Sonho y Furado Pequeno, que sólo se pueden visitar cuando la marea está baja. Sin embargo, hay docenas de otras cuevas en la isla, la mayoría de las cuales son accesibles mediante el buceo.
Además de ser la mayor isla del archipiélago, Berlenga Grande es también la única habitable. En su día fue el retiro de los monjes que construyeron el Monasterio da Misericórdia da Berlenga, que abandonaron por la escasez de alimentos, saqueos de corsarios y los violentos ataques de los piratas que navegaban por el Atlántico. Solo quedan algunas piedras y muros del edificio original, que ha dado lugar a un restaurante.
Fortaleza de São João Baptista das Berlengas
Junto con el faro, el edificio más significativo de la isla es la maravillosa Fortaleza de São João Baptista. Se encuentra conectada con el resto de la isla por un estrecho camino suspendido sobre arcos que serpentea entre pináculos rocosos hacia el fuerte. Esta fortaleza se construyó bajo el reinado de Juan IV de Portugal en el siglo XVII, con el objetivo principal de proteger la isla de los ataques de piratas y ejércitos de otros países.
Así, con su forma de polígono octagonal irregular, fue protagonista de sangrientas batallas en las islas Berlengas, como los ataques turcos de 1655 y la invasión de la flota española en 1666. Finalmente, la fortaleza se abandonó definitivamente en 1847. Sin embargo, el fuerte fue rehabilitado y, en la actualidad, funciona como albergue bajo la dirección de la Asociación de Amigos de Berlengas.
Faro del Duque de Bragança
En lo más alto de Berlenga Grande se encuentra el faro del Duque de Bragança. Es el punto de referencia en la isla, no solo para la navegación sino también para quienes la visitan. Entró en funcionamiento en 1842, con una torre de 29 metros de altura. Su ubicación a 121 metros sobre el nivel del mar le otorga unas magníficas vistas panorámicas que hace que merezca la pena recorrer los senderos hasta él.