Edward James fue uno de los más excéntricos e interesantes coleccionistas de arte surrealista del siglo XX. Cuando llegó a Xilitla, México, quedó cautivado por el esplendor del paisaje de Las Pozas. Allí hizo florecer el hormigón junto a la exuberante flora y fauna del lugar, creando su propio jardín del Edén. En él, un conjunto de estructuras arquitectónicas y recorridos fantásticos conforman un paraíso de esculturas surrealistas.
La historia que se esconde tras Las Pozas
El surrealismo, cuyas fuentes de inspiración se encuentran en los sueños y el subconsciente, difícilmente podría utilizarse para construir cosas en la vida real. Edward James, descrito por Salvador Dalí como «más loco que todos los surrealistas juntos», diseñó un jardín de esculturas que desafía cualquier norma arquitectónica y permite vislumbrar algo nuevo que se mueve entre la fantasía y la realidad.
Columnas con capiteles que parecen flores gigantes, arcos góticos, puertas dramáticas, pabellones interminables y escaleras de caracol que terminan abruptamente en el aire, como si fueran una invitación del horizonte, son algunas de las maravillas de Las Pozas. Todo ello adornado por un río con cascadas que atraviesa el jardín, rodeado de selva. Una obra de arte que se funde con la naturaleza gracias a Edward James y Plutarco Gastélum.
Según cuenta la historia, a principios de la década de 1940, James quería su propio jardín del Edén y consideraba que México era el mejor escenario para crearlo. En Cuernavaca, contrató a Plutarco Gastélum como guía y conocieron el pueblo de Xilitla en noviembre de 1945. Las Pozas se encuentra cerca de este pueblo, en el estado de San Luis Potosí, a siete horas en coche de Ciudad de México. Este fue el lugar que cautivó al artista surrealista.
Entre 1949 y 1984, James construyó decenas de estructuras surrealistas con hormigón. También había parterres llenos de plantas tropicales; incluidas orquídeas y varias casas pequeñas, nichos y corrales que albergaban pájaros exóticos y animales salvajes de todo el mundo. Los senderos que recorren el jardín contaban con escaleras, rampas, puentes y estrechas pasarelas que atraviesan las paredes del valle.
La construcción de Las Pozas costó más de 5 millones de dólares y James tuvo que vender su colección de arte surrealista para pagarla. No fue un proceso fácil, ya que desde el inicio de la construcción hasta la muerte de Edward James se empleó a más de 100 trabajadores locales. Tras su muerte en 1984, Plutarco se convirtió en el responsable de Las Pozas. Por desgracia, se vio obligado a vender parte de las tierras porque no podía mantenerlas.
Debido a la ley mexicana que declara los cursos de agua propiedad federal, en 1994 el terreno se abrió al público y en 2006 fue declarado patrimonio cultural del Estado. Como resultado de la apertura al público, el pueblo de Xilitla comenzó a recibir un mayor número de turistas. De esta forma, en la actualidad se pueden visitar Las Pozas y también bañarse en las piscinas naturales que se encuentran en la zona.
Un paseo por Las Pozas
Las Pozas se encuentran a más de 610 metros de altura, en una selva subtropical de la Sierra Gorda de México. Sus más de 32 hectáreas de cascadas y piscinas naturales entrelazadas con las altísimas esculturas surrealistas de hormigón permiten dejar de lado el mundo real y adentrarse en uno nuevo. Son construcciones que desafían las reglas de la arquitectura: no ofrecen una experiencia de aprendizaje, sino una de descubrimiento.
Un artista que desempeñó un papel fundamental en la creación de las esculturas fue José Aguilar, un carpintero mexicano que fabricó moldes de madera para verter el hormigón y que adquiriera las formas que James había diseñado. Hubo un momento en que Las Pozas albergaban las mascotas de James y era frecuente encontrar ciervos, flamencos, patos, boas… José Horna fue el encargado de crear las jaulas para las boas constrictoras.
Aparte de las estructuras diseñadas para los animales, la mayoría de las estructuras que crearon no tenían ninguna funcionalidad más allá de lo estético. Edward describió a menudo su deseo de que sus estructuras formaran parte de la naturaleza o se integraran en ella. Por esta razón, muchos de sus diseños eran de plantas, flores, hongos y otros elementos naturales. Hay arcos de hormigón que imitan a plantas, flores y pájaros.
De hecho, con el paso de los años las esculturas se fueron fundiendo en una especie de ciudad aleatoria; con la armonía que crean sus estructuras y el diálogo con su entorno natural. A lo largo de sus caminos hay manos y cabezas de hormigón, serpientes de piedra, una bañera en forma de ojo… Todo con un aspecto ruinoso, de algo inacabado, conquistado por la selva y lleno de misterio.
El pasillo de las siete serpientes
Revestidas con piedras verdes aparecen las esculturas de siete serpientes que dan nombre a este pasillo. Se trata de una representación de los siete pecados capitales: pereza, orgullo, ira, gula, lujuria, avaricia y envidia. Pecados que todo aquel que visite Las Pozas debe vencer para poder entrar a este mundo que parece sacado de un cuento.
La mano del gigante
Esta obra es un recurrente elemento surrealista. Se trata de una mano derecha que muestra su parte interna y externa. Esta escultura simboliza actividad y poder, pero al estar abierta también significa que no se tienen secretos y que es pura. El molde de la mano se atribuye a la de Plutarco Gastélum.
Palacio de bambú o la biblioteca
Esta estructura de tres niveles fue nombrada por Edward James como “la torre de la esperanza”. Lo más característico son las altas y esbeltas cortinas de bambú que custodian la obra, mimetizándose con la planta de bambú que James llegó a cultivar allí. Se dice que se creó con la idea de vivir sin paredes y destaca del conjunto con sus 30 metros de altura.
El cinematógrafo
Es la obra que da identidad de manera general al complejo y estaba pensada para proyectar conciertos y música. Las dos enormes y gruesas columnas abultadas con capiteles en forma de flor están acompañadas por unas escaleras sin barandilla de 33 escalones. Estas se unen en lo alto de las columnas con un pequeño puente. Se sube por distintos caminos pero se llega al mismo sitio: una pequeña plataforma para admirar el paisaje.