Imagina cientos de elegantes castillos idénticos de estilo gótico, perfectamente alineados, y con colinas y densos bosques verdes como telón de fondo, pero sin ningún ser vivo a la vista. Eso es exactamente lo que ocurre en Burj Al Babas, al noroeste de Turquía. Una urbanización que ofrecía la posibilidad de tener tu propio castillo y se ha convertido en la ciudad fantasma más grande y cara del mundo.
El origen de Burj al Babas
Situado a medio camino entre Estambul y Ankara, en la región del Mar Negro de Turquía, cerca del histórico pueblo de Mudurnu, Burj Al Babas no es muy antiguo. En 2014, el promotor inmobiliario turco Sarot Property Group inició un ambicioso proyecto: la construcción de un total de 732 lujosos castillos al estilo de Disneyland, además de centros de ocio, tiendas y baños turcos.
La empresa gastó unos 200 millones de dólares en el proyecto y planeó que cada castillo se vendiera por entre 400000 y 500000 dólares. Los promotores esperaban atraer a compradores adinerados de Oriente Medio que estuvieran interesados en tener su propio castillo en un entorno romántico. También querían atraer visitantes y atención a esta parte del país.
Un giro inesperado
En 2018, el valor de la lira turca se desplomó cuando la economía se fue a pique. Al no poder pagar sus cuantiosos préstamos, Sarot quebró y el proyecto se abandonó. Se construyeron 583 castillos de los 732 previstos y se vendieron algunos, aunque muchos compradores se echaron atrás. Así, muchos de los castillos parecen completos por fuera, pero están sin acabar por dentro. Las obras de los centros de ocio nunca se iniciaron.
Tras esto, Burj al Babas se convirtió en la mayor y más cara ciudad fantasma del mundo. Un proyecto al que desde el principio se opusieron los habitantes de Mudurnu, ya que pensaban que los castillos al estilo Disney chocarían con su historia y cultura. Mudurnu es conocido por sus casas otomanas en blanco y negro, la mezquita Yildirim Beyazid, de 600 años de antigüedad, el Museo Ahi y el idílico lago Suluklu.
Por otro lado, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, apoyó el proyecto de construcción. Creía que los puestos de trabajo que crearía y las ventas inmobiliarias serían una bendición para la economía del país. La realidad fue otra, ya que el debilitamiento de la lira turca dificultó a las empresas el pago de las deudas externas acumuladas para financiar los grandes proyectos de construcción.
Un futuro incierto
En 2018, Turquía relajó las leyes de residencia en el país buscando duplicar así las inversiones inmobiliarias anuales. Además, se pensó que estas medidas podrían inducir a los extranjeros a comprar las peculiares propiedades de Burj al Babas. Sarot aún mantiene la esperanza de poder revivir esta ciudad fantasma. Según su vicepresidente, solo necesitarían vender 100 villas para pagar su deuda. Mientras tanto, estos castillos de belleza gótica esperan en las colinas de Turquía y ven como aumenta su popularidad entre los turistas.